Muchos
años atrás estuve en Cerro de Pasco con mi padre y cuando me acercaba a un
panadero o a un restaurante la gente solía decirme gringo. Aún hoy después de
peinar varias canas, algunas personas me creen extranjero en mi propia patria
lo cual siempre me resulta gracioso.
Años más tarde cuando estuve en París,
junto a mi esposa siempre recordamos que debajo de la torre Eiffel un
parisino de mayor edad con cara de lápiz entabló conversación con nosotros, o mejor
dicho conversaba con mi esposa ya que ella si habla francés y nos preguntó de dónde
veníamos. Mi esposa le dijo en verdad que veníamos de Madrid y a ella le creyó,
pero le dijo que yo no parecía español y que más bien debía
ser Latinoamericano a lo que asentamos ambos. Le preguntamos cómo es
que se dio cuenta y él dijo que por mis pómulos salidos característico de los Incas. ¿A qué va todo esto?
Pues que cuando alguien me pregunta donde nací, siempre le digo en broma que en medio
del Océano Atlántico, recordando que aquí en el Perú me dicen que
parezco extranjero y en Europa dicen que soy más latinoamericano que el
maíz.
Por eso me llamó la atención el anuncio que un diario
publicó el fin de semana con un texto explícitamente racista que
perseguía encontrar una joven "recepcionista" para una universidad privada. ¡La mala educación!
que describe en otro sentido Almodovar.
Algunos jalan más a su descendencia
Europea, otros Norteamericana, otros de africanos o asiáticos, pero la
verdad, todos llevamos en nuestra sangre algo (más o menos) de nuestros Incas,
así que resulta claro que en el Perú todos somos finalmente mestizos. Como
diría Don Manuel Gonzales Prada "el que no tiene de Inga, tiene de
Mandinga".
Pero el racismo es sólo una de las expresiones más
evidentes del proceso discriminatorio en que está envuelta
nuestra sociedad. Los que han estudiado concienzudamente el fenómeno,
mencionan que el proceso se inicia inmediatamente después que dos personas se
miran. La posibilidad de anteponerse al otro a partir de rasgos distintivos
diferenciadores, es la clave.
En lo que respecta a la raza propiamente dicha, el
color de la piel, de los ojos o del cabello son los elementos centrales, pero
también lo son la altura, el peinado, la composición física en general. Sin
embargo no son los únicos, la ropa (entre los chicos las zapatillas de marca),
la forma de mirar, de hablar o de caminar, el auto que manejas, el barrio en el
que vives, el cargo que ostentas o el apellido, son entre muchos más los elementos
identificatorios del status social que sirven para establecer una diferencia.
De hecho es estúpido, pero todos somos en cierta forma
discriminadores (mundialmente) y lo peor que aquí, incluso alienados. Algunos
muchos más solapadamente que otros, pero reflexione si alguna vez no rondo la idea por su
cabeza. Establecer la condición del otro frente a uno mismo, es natural (ver al
respecto la noción de "otredad" tan discutida en la filosofía
moderna), sin embargo lo malo está en que a partir de ello, se establecen
normas sociales de comportamiento que para algunos puede permitirles avasallar los
derechos del otro. Según el magnífico dibujante Carlos Tovar (Carlín) hemos pasado de la "cultura combi" a la "cultura camionetón", describiendo acertadamente que la riqueza no trae necesariamente cultura y que aquel que botaba su cascara de naranja desde la combi -sin importarle quien lo limpia- continua haciéndolo hoy desde su camioneta y mientras más grande mejor.
Todo ello
ocurre porque aún nos queda esa costra de baja auto-estima, cosa con la que en el
Perú muchos están de acuerdo por ejemplo respecto de los futbolistas como argumento de porqué no vamos a un mundial hace tres décadas, pero no
tanto cuando se refieren a uno mismo. Quien tiene alta auto-estima no necesita discriminar.
Otra razón es que vivimos en una sociedad desconfiada y usamos aquellos rasgos
distintivos para encontrar alguna pista de en quien confiar.
Lógicamente, nuestra
mente que funciona racionalmente nos lleva a encontrar más confianza con alguien
más parecido a uno mismo, lo cual acrecienta el proceso discriminativo. Una
razón adicional más de carácter político, es que nuestro país aún no se
consolida totalmente como nación. El concepto de ciudadano como lo tienen otras
naciones todavía es incipiente y difícilmente alguien que no entiende que es
ser ciudadano puede tratar al otro como tal sin importar los rasgos
distintivos, sino por el hecho de formar parte de la misma sociedad, con su
ajicito y su chunchulín como dirían un par de criollos bien orgullosos de su
origen.
Nuestro
genial escritor Mario Vargas Llosa, en su libro “La civilización del espectáculo”
argumenta que la cultura tal como tradicionalmente se la ha descrito, está a
punto de desaparecer en todo el mundo, y yo creo que lo que distingue la
sociedad actual, al menos en el Perú estos hechos lo evidencian, es un ambiente
discriminador perverso del cual se alimenta un proceso de oportunismo cultural,
donde “el otro” es sólo una vía hacia el individualismo puro.
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