sábado, 19 de septiembre de 2009

Una Policia de "baja intensidad"

Luego de los sucesos lamentables de Bagua, la retención de policías en Pasco y otros lugares y la segunda muerte de policías en la zona del VRAE por fuerzas narcoterroristas, los invito a reflexionar conmigo sobre lo que está ocurriendo con nuestra policía, aclarando que mi primera observación es que el problema de su deterioro como agente cumplidor de la Ley no es un problema reciente, sino que se ha venido dando progresivamente.

Revisando los estudios sociológicos sobre el tema, más allá del informe de Edwin Chadwick sobre la policía inglesa preparado para el Select Comité de Sir Robert Peel en 1829, que proponía el principio de policía preventiva, bajo la influencia utilitarista de Bentham, y que luego sustentaría las reformas que creó los conocidos “bobbies” ingleses, el tema de la institución policial no mereció un tratamiento sociológico importante hasta después de 1960. A partir de ese año aparecen en los países anglosajones, principalmente Estados Unidos, aunque también en Gran Bretaña y Canadá, estudios basados en una mezcla entre inquietud por la discrecionalidad policial, accountability y su relación con el establecimiento de normas sociales. 

Aunque poco es lo estudiado en América Latina sobre la institución policial, la mayoría de estudios se aboca hacia un enfoque eficientista dentro del marco del New Public Management, aunque para el caso peruano atención especial merece el estudio de Gino Costa y Carlos Basombrio en el 2004, en un recuento de su paso por nuestro Ministerio del Interior. En nuestro país, la Policía Nacional ha despecho de un mensaje televisivo, es poco respetada por la ciudadanía, con niveles de corrupción apreciables y de inmoralidad aún mayores. Ni que decir de la injerencia política y de los altos niveles de ineficiencia administrativa y retraso tecnológico actuales.

Respecto de los niveles de ineficiencia, no creo que se deba a falta de capacidad técnica de sus miembros. Ello se evidencia, porque cuando un caso resulta de alto interés ciudadano o de interés particular, relacionado a un espíritu de cuerpo, se hace evidente una eficiencia investigativa digna de la mejor policía del mundo. Por tanto, cabe deducir que el mal desempeño de la policía está más relacionado a un problema de autoestima y deteriorado clima laboral. A su ves, este último se debe, entre otras razones, a sueldos disminuidos que obliga a trabajos dobles para la mayoría; y a acciones corruptas para una minoría con escasos principios éticos y un alto nivel de oportunismo.

Esto último nos conduce a otro problema que es el del déficit policial. En los últimos años, algunos se siguen jactando de haber aumentado el número de policías, a través de programas de preparación rápidos con duraciones incluso menores de un año. La pregunta que debemos hacernos es si es más conveniente tener pocos policías moralmente aceptables que muchos policías donde una parte de ellos no tienen claros los principios éticos. En este tema recordemos, que la policía es la que en cierta forma, en su interacción con la sociedad civil, van definiendo los parámetros de lo que es socialmente aceptable, por tanto, si estos tienen una moral laxa, las normas sociales también se van transformando y debilitando, sin mencionar que los casos de corrupción pueden ser desarrollados a mayor escala desde esa posición privilegiada que la sociedad les otorga, generando en ella un impacto negativo mayor de inseguridad y degradación moral.

Otro aspecto de importancia es el de la eficiencia administrativa. Si queremos una policía de alto nivel debemos tecnificarla. No es posible continuar con una policía que no esta interconectada, que no cuenta con los sistemas modernos de detección de personas, de logística, de balística y de todo lo que resulta necesario para llevar a cabo una labor adecuada.

Finalmente, está el tema de la interferencia política y de la designación inadecuada de cuadros de mando. En las organizaciones de este tipo, que en la tipología de Mintzberg podríamos encasillar como misionera o ideológica; y que están basados en una misión centrada e inspirada, coordinada por medio de la normalización potente de reglas, y el adoctrinamiento de sus miembros, la misión es lo fundamental, que en el caso de la policía es la de garantizar el cumplimiento de las leyes y el orden interno. Si esta misión se vuelve “opaca” por el ejemplo inadecuado de los que la dirigen, pierde la brújula. No puede ser que en una cartera tan importante, tengamos ministros civiles que solo basan sus decisiones en el rédito político y encima cuando las cosas salen mal traten de lavarse las manos. La pregunta es si la policía logrará en el futuro remontar esta situación, recordemos que varios ministros que buscaron hacer cambios positivos terminaron sacados rápidamente, lo que significa que existe una masa crítica interesada en mantener el status quo, lo suficientemente poderosa para no permitir un cambio. En todo caso esta transformación debe provenir del interior de la misma organización ya que hacerla de afuera resulta más difícil aún y menos aconsejable.

Que le obliguen a hacer algo que va contra las leyes, a un policía que justamente tiene como divisa el hacerla cumplir, es degradar los valores y la autoestima de esa persona al mínimo nivel. Tampoco es posible que sigamos viendo generales que terminan su carrera con casas enormes cuando sus ingresos de grado no corresponden con esos niveles patrimoniales. Claro, lo ideal es que pudieran tener tal patrimonio pero producto de sueldos adecuados, no de aprovechamientos que no son justificables moralmente.

Podríamos continuar con la lista de problemas que tiene la policía, por ejemplo las ligadas a su labor propiamente, su relación con la sociedad y con un sistema de justicia que es demasiado benevolente con los delincuentes, pero ello lo trataremos en otro blog. En todo caso, lo señalado es suficiente para definir lo que he denominado como “policía de baja intensidad”. Una policía que esta avocada a cumplir formalmente con su labor, es decir como siempre ocurre en nuestro Estado, donde el proceso es más importante que los resultados. Donde cambiar las cosas se percibe imposible y la mirada de soslayo es un remedio temporal contra la impotencia de no poder corregir individualmente las conductas sociales inadecuadas con eficacia. Termino con una cita de Dominique Monjardet:

“Por eso, si la idea de un policía totalmente transparente es una utopía de alguna manera absurda, es legítimo esperar de la policía la mayor transparencia posible, porque el movimiento en dirección a ella es el propio movimiento de la sociedad al esforzarse por vivir lo mas aproximadamente posible a sus principios”.